Siempre he sido delicada de estómago, situación que con los años fue empeorando. A los veintidós años los malestares estomacales fueron en aumento, al extremo de tener que dejar de trabajar e incluso dejar de lado mi vida social. Fui a varios médicos y en más de una oportunidad terminé en la sala de urgencias. Ya perdí la cuenta de cuantos especialistas visité.
Visite Dermatólogos porque las piernas se me cubrieron de manchas rojas, cosa que para ellos era urticaria (ahora sé que es dermatitis herpetiforme), y los constantes dolores abdominales eran colon irritable o gastritis. Me recetaban unos remedios por un par de días y supuestamente debía mejorar. Pero esto no ocurrió nunca. Comencé a perder mucho peso a lo largo de los años y los diagnósticos variaron a posible anorexia… y yo lo único que quería era comer.
Sufría por hambre y lo poco y nada que comía me hacía mal. ¿Cómo no me iba a caer todo mal si mi dieta se basaba en cereales, fideos y galletas de agua? Un Gastroenterólogo me dijo que mis malestares eran porque, y cito “como toda mujer soy una neurótica y por eso tengo problemas al colon”. Mi familia no ayudaba mucho, ya que para ellos era una hipocondríaca que quería llamar la atención o según mi hermano “estaba loca porque nadie puede estar enfermo por tanto tiempo sin que se encuentre que es lo que tiene”. Terminé visitando al psicólogo y me dio la tranquilidad de que no estaba loca ni que no me alimentaba porque no quería. Así continué por años, hasta que a mediados de este año por fin encontré a un doctor que me escuchó. Recuerdo que entré a su oficina y después de saludarle le dije atropelladamente “Doctor, no soy anoréxica, me siento mal, tengo hambre y ando idiota. Si usted no me puede ayudar voy a tener que ir a ver al Doctor House” jajajaja. Escuchó mi historia completa y me dijo que por lo que le conté tenía todo el perfil de una celiaca, por lo que envió a hacerme unos exámenes, los que salieron positivos.
Me tomó siete años de golpear puertas para que un doctor se tomara la molestia de escucharme. (Dr. Fernando Fluxá).
A las pocas semanas de ser diagnosticada tuve que hospitalizarme por los habituales malestares. Al pasar tanto tiempo sin diagnostico me trajo complicaciones, entre las que se encuentran la desnutrición, la artritis reumatoide y el púrpura Henoch-Schoenlein.
Como pueden ver mi experiencia no ha sido fácil, pero espero que sirva para que se tome conciencia con esta enfermedad. Sé que me queda un largo camino por delante para recuperarme, y que debo aprender a convivir con esta nueva dieta y con las enfermedades crónicas que aparecieron, pero también sé que poco a poco, llevando una vida libre de gluten, podré volver a vivir una vida normal.